martes, 31 de marzo de 2009

Jorge Coscia



Incansable, este egresado del antiguo Cerc (Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica) dirigió 9 películas, editó el libro Del estallido a la esperanza. Reflexiones sobre arte, cultura y peronismo, prepara otro y codirigió el documental Historia de la Nación Latinoamericana basado en un libro del historiador Jorge Abelardo Ramos, y que Miradas al Sur entregará en 4 DVDs como compra opcional durante el mes de abril 2009.

Comprometido con su concepción de la política y de declaraciones sin pelos en la lengua, despierta odios y pasiones por igual. Sus detractores cuestionan su paso como presidente del Incaa (Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales) donde estuvo desde el 2002 hasta octubre de 2006, pero él se enorgullece de haber logrado su autarquía, de haber impulsado el desarrollo de la industria cinematográfica local, de haber promovido una política pública que permitiera a los realizadores concretar sus proyectos y de haber inaugurado el primer cine en toda la Antártida.

Fue electo diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las elecciones legislativas de octubre del año 2006 y en la Cámara de Diputados de la Nación fue designado en la presidencia de la Comisión de Cultura.

“Peronista de izquierda”, se define y aclara que ingresó a la militancia y al movimiento nacional con el Cordobazo (1969), cuando tenía sólo 17.

–¿Cómo fue realizar un documental de las características de Historias de la Nación Latinoamericana?

–Hacer un documental de este tipo es una tarea complicada. Ahora estoy en otra labor similar porque desde que dejé el Incaa me aboqué a una forma de militancia audiovisual y por eso codirigí este documental, estoy dirigiendo una biografía de Perón y tengo en plan otro sobre la historia de amor entre Perón y Evita. Hacer la historia de la Nación Latinoamericana es tan complicado como contar la vida de Perón. Uno tiene que transformarse en un investigador. Tiene el libro como guía pero tiene que saber dónde y cómo presentar qué. Por supuesto que el libro siempre es más rico y el desafío es traducirlo al lenguaje audiovisual.

–¿Cuándo se origina el proyecto y por qué ese título?

–En realidad, se origina mucho antes de nacer como proyecto. Fue en los años ’70, en la escuela nacional, en mi amistad con Víctor Ramos y en un libro que me cambió la vida, justamente, el libro Historias de la Nación Latinoamericana, de su padre, Abelardo Ramos. Este documental en cuatro partes aborda la historia de la Patria Grande desde los últimos años previos a la llegada de los españoles hasta los ’60. Es una obra fundamental en la que permite revisar el pasado para entender por qué estamos como estamos y poder proyectar el camino a futuro para no volver a cometer el mismo error. Y mucho más hoy, para comprender su proceso de integración.

–Habla de integración y, justamente, cada uno de los DVDs empieza con una misma frase…

–“América Latina no está dividida porque es subdesarrollada, es subdesarrollada porque está dividida.” Sí, para mí es clarísimo lo que dice Ramos, que entiende que el proceso de balcanización o fragmentación por el que pasó y pasa esta Patria Grande es lo que nos sumerge en el subdesarrollo y es lo que debemos contrarrestar urgentemente. Ramos señala que Argentina es un país, pero que la Nación es América Latina. La historia se repite como una espiral donde tenemos la posibilidad de revisar qué nos pasó en tramos anteriores del camino. El de Ramos es un discurso no melancólico que sirve a la política, y es un discurso con futuro. Y si revisamos la historia, veremos el rol que jugaron los medios en la caída de Hipólito Yrigoyen.

–Supongo que será inevitable relacionar permanentemente lo histórico con la actualidad Argentina…

–Es que todo tiene que ver, y si nos tomamos ese trabajo veremos cómo el sector agroexportador en conjunto con el diario Crítica y otros medios lograron instalar una idea, culpar a Yrigoyen de corrupto y fascista, desestabilizarlo, derrocarlo e imponer un régimen peor que el que criticaban y que desemboca en la década infame, los años de mayor corrupción y de mayor hambruna para el pueblo argentino. La historia sirve para que no nos engañen. Imaginemos cómo sería nuestra vida si tuviéramos que empezar todos los días desde cero. La historia nos permite aprender de los caminos ya transitados. Por eso hay una política de la historia y el súmmum del neoliberalismo es el olvido. Hemos oído y vamos a seguir oyendo que los neoliberales dicen que hay que mirar para adelante y dejar enterrado el pasado. Los argentinos solemos vivir sesgados por la ausencia del conocimiento de los hechos previos que nos llevaron a nuestra desgracia. Fue recurrente el modo en que se desestabilizaron gobiernos de carácter nacional y popular. Gobiernos imperfectos pero infinitamente mejores que los gobiernos que los sucedieron.

–¿Qué análisis hace de la mediatización del reclamo sojero?

–Yo creo que estamos viviendo un escándalo político y así como hoy hablamos del pacto Roca-Runciman como de un escándalo histórico, en algún momento se va a hablar de ciertos medios de información monopólicos y del modo en que utilizaron el derecho a la información, que es del pueblo argentino, para su mezquino proyecto económico. Es decir, cómo una docena de hombres argentinos… hay un colombiano también… usaron esto escudándose en la libertad de prensa. Yo no quiero cerrar ningún diario, es más, soy de la generación que peleó por la libertad de prensa. Voy a seguir poniendo el pecho a favor de los periodistas de los medios que me critican, pero no me impidan que pelee también porque haya una libertad mucho más amplia, con nuevas voces, nuevas formas de expresión, porque accedan las Madres, las organizaciones gremiales, las universidades y otras empresas. Quiero una comunicación basada en la diversidad.

–Volviendo al documental, ¿cómo ve Ramos esta América indígena?

–El primer DVD explica el contexto europeo en el que encuentran América y la forma de vida de los pueblos originarios, y llega hasta los tiempos de la Revolución de Mayo. Se revela la incomprensión portuaria de Buenos Aires que volvía ambigua a la Revolución de Mayo, esa mirada europeizante que la frena, y de la fuerza indígena que es la que tienen los criollos y que los lleva a protagonizar su independencia. Se habla de lo que le pasa en su primera etapa a Bolívar cuando pretende hacer la revolución sin antes una revolución social y es derrocado, donde tiene que exilarse en Haití y es allí donde aprende de Alexandre Petion, el presidente negro, que su proyecto sólo puede ser exitoso si se basa en una revolución social y antiesclavista. Y eso ocurre.

–¿Cuál fue el mayor aprendizaje que le dejó este trabajo histórico?

–Que la historia no la hicieron tipos de galera, caretas, figurones sino que la hicieron tipos como el general Lara o pendejos como Sucre, que tenía 26 años cuando liberó al continente entero del yugo español. Chicos que hoy estarían discutiendo con su mamá por un permiso para ir a bailar. Las revoluciones tienen en la juventud un enorme potencial transformador; y por otro lado recuperar la autoestima.

–¿Qué espera del espectador?

–Que entienda que el proceso de integración latinoamericano es demasiado importante para dejarlo en manos de burócratas especialistas en tasas aduaneras. Y ahí te lo vuelvo a traer al presente: el Mercosur tuvo una primera etapa burócrata importante, pero no puede quedarse en eso. Tienen que tomar perspectiva histórica, y eso es algo que la Presidente lo tiene muy claro. Hay muchos que tienen que entender que la relación con Brasil no puede ser nunca una pelea sino una discusión. Hay que entender que no es casualidad que el conflicto con Uruguay haya sido fogoneado por los mismos que hoy nos cortan rutas por el tema de la soja. Porque lo que se está poniendo en juego no es el interés mezquino puntual por una cantidad de granos sino la unidad latinoamericana. Lo que decíamos al principio de “América Latina no está dividida porque...”. Hay gente trabajando para la balcanización de América Latina, y como ocurre con Bolivia, hay gente trabajando para la balcanización de la Argentina. Y que no es algo lejano del pasado. ¿O nos olvidamos de cuando se hablaba de separar el país en regiones y separar la Patagonia?

–¿Por qué cuando habla del Mercosur no lo señala sólo como un vínculo comercial?

–No, claro. Yo hablo del Mercosur como de una etapa primaria y aún débil de la integración latinoamericana articulada entre los países más grandes de la región. Ramos me enseñó a diferenciar y a refutar una idea que supo ser muy progre en los ’70 de que la integración iba a funcionar por contagio y que entonces la revolución iba a contagiar de Cuba a América Central o a lo sumo dar un salto en Bolivia. No. En Ramos hay otra concepción donde más que el contagio lo que debe darse es la articulación desde lo grande, como ocurrió entre Bolívar y San Martín, entre La Gran Colombia y la Cuenca del Río de la Plata, lo que hoy sería la relación entre Brasil y Argentina, sumando luego a Venezuela y todos los demás, y donde se ensambla el cobre chileno, los recursos de Bolivia, cierra con el formidable capital agrícola argentino, donde lo que falta es poner a la cabeza de ese proyecto no las tasas aduaneras sino un proceso político. Y eso está claro en Chávez, en Lula y en Cristina… y en Fidel que lo reconoció inmediatamente y, lejos de morirse como muchos esperaban, volvió a nacer.

–Desde lo histórico pero también desde lo actual, ¿cómo toma las relaciones con el imperialismo?

–Ramos señala dos inviabilidades que están exacerbándose cada vez más: por un lado que “no puede haber una causa nacional al margen de la causa popular” y por el otro que “no se puede avanzar en un proyecto nacional y popular sin poner en contradicción el sistema social, político y económico actual”. Y justamente el pasado 26 de marzo, Cristina dijo justamente eso: que “la causa de la Patria debe ser también la causa del pueblo”. Muchos se preguntan, ¿por qué no se deja de joder y les da lo que quieren al campo? Precisamente porque sería renunciar al proyecto nacional y popular que garantiza una redistribución de la riqueza. Si afloja aquí, se corta.

-Volviendo a lo histórico, ¿cómo se astilla la Patria Grande en América del Sur?

–El proceso de integración que plantean Bolívar, San Martín, Artigas, O’Higgins, Sucre, etc., etc., va siendo socavado, en esta suerte de lucha política que es también económica y una lucha de clases, por el poder regional de las grandes ciudades que son las capitales de la producción agroexportadora de cada lugar. Ganaron unos pocos y perdieron la mayoría. Digamos que en cada lugar, en cada momento, hubo una “soja” que con su poderío nos condenó. En el documental se muestra cómo México es saqueado de la mitad de su territorio reinstalando la esclavitud donde ya no existía. La tragedia mexicana es una metáfora de lo que ha ocurrido en toda Latinomérica.

–Desde su óptica, ¿qué imposibilita la unidad latinoamericana?

–Cada vez que se intentó una unidad latinoamericana hubo intereses externos ligados a intereses internos cipayos que impidieron el desarrollo regional. Para un intelectual es más fácil, es más cómodo ser funcional a la dependencia. Y por eso le ha resultado tan fácil para el Imperio tener cientos de tipos que justifiquen la dependencia. Cuando hablamos de establishment, ¿de qué hablamos? De un entramado cultural, mediático, económico y político de visiones que justifican, construyen y reconstruyen formas de dependencia que impiden que nuestro proyecto nacional se consolide y nos dé mayor autonomía. A mí me da vergüenza ajena cuando veo a intelectuales participando de esa mezquindad.

–Próximos a las elecciones, ¿qué considera que se pone en juego esta vez?

–Yo invito a la población a que se ponga a pensar en serio por unos minutos antes de votar cómo se imagina que sería el país gobernado por Carrió, o Cobos, Solá, Macri o De Narváez. Porque no se trata de aprobar o castigar con el voto sino que lo que se está definiendo es el modelo de región que queremos.




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