En general debemos asistir a que en la mayoría de las convocatorias para las distintas actividades audiovisuales que se producen en nuestro país, se considere a la labor actoral como
entretenimiento personal o esfuerzo de formación, es decir ad honorem.
Esta apelación a la mística actoral sobre la necesidad de actuar regularmente para pulir o intensificar su formación, intenta justificar la exigua o directamente inexistente remuneración o compensación monetaria por la labor desempeñada.
Comprendemos y sabemos, que producir obras y proyectos hoy en la Argentina, requiere de un esfuerzo descomunal en lo económico, operativo y logístico, pero en el capitulo recursos humanos, lamentablemente solo se considera al equipo de producción y filmación y
no a los actores.
Será de gran importancia analizar las profundas razones de este deterioro de la consideración de la labor creativa, pero en tanto, es preciso urgentemente compatibilizar criterios para comenzar a detener y luego a revertir esta depreciación de nuestra actividad.
La libertad, el libre albedrío, la independencia y creatividad personal, es parte constitutiva de la actividad teatral, cinematográfica y publicitaria, pero este espíritu común y cualidades, se ha transformado paradójicamente en el motor de
la subestimación actual del actor.
En nombre del arte, el cine y del orgullo de participar, se convoca a actrices y actores para que brinden su conocimiento, actitud y profesionalismo, en jornadas extenuantes y en condiciones muchas veces precarias, a cambio de algo de comer, un mínimo viático y un DVD que no siempre está disponible ni tiene calidad. Cabe mencionar que las más de las veces, los actores no solo ponen cuerpo y mente, sino que también el vestuario, maquillaje y movilidad. Todo a cambio de un renglón en el CV.
Asistimos al
triste espectáculo de que una cámara, un trípode, una locación o una simple lámpara, pasan a ser mucho más importante que el actor, ya que esos elementos se pagan sin regateos y por anticipado, en cambio al actor en algún momento se le ofrecerá algo de comer.
Habrá seguramente quienes señalen que lo antedicho es excesivo, que no todos proceden de la misma manera y que las producciones les consumen los escasos recursos económicos disponibles por lo que no ganan dinero, al contrario pierden y mucho. Agregando que ellos suman interminables horas de pre y post producción junto al equipo luego que los actores se han retirado, más otras razones de similar relevancia.
Esta bien, no lo dudamos, pero...
el actor aporta su imagen, tiempo, formación y varios etcéteras adicionales y no obtiene remuneración ni pone su firma a un producto audiovisual que innegablemente sirve como plataforma profesional a quien lo presenta y que eventualmente le puede retribuir ingresos.
Comprendemos a los estudiantes de los diversos institutos de formación profesional, quienes en general disponen de presupuestos muy ajustados para realizar sus materias y tesis. Pero creemos que equivocan sus convocatorias cuando solicitan actrices o actores ad honorem, debieran solicitar personas comunes que quieran actuar y no estudiantes o profesionales.
Claro que convocar a gente común les generará dificultades varias y demoras durante el rodaje, además de un resultado final de calidad relativa. Justamente esa situación se evita al trabajar con actores, por lo tanto su trabajo debe ser respetado y remunerado según convenio.
Creemos además que es un buen ejercicio profesional y humano para los futuros productores y directores, considerar a los actores dentro de cada presupuesto de producción. De la misma forma que se encara el alquiler o compra de una cámara o pagar la cuota mensual de su formación.
Pequeñas o grandes producciones, cortos o largometrajes, TV o video clips, todos en general debieran incluir como algo ineludible e insoslayable, el rubro remuneración de actores en sus presupuestos de producción, de acuerdo a lo estipulado por la AAA.
Entendemos que los actores y estudiantes de actuación, debiéramos asumir también nuestra responsabilidad en esta situación. Por que por el real amor al arte, por la formación, por el espíritu altruista de colaborar y por tantas razones como actores existen, participamos y aceptamos estas
degradantes reglas de juego.
Deberíamos tener presente antes de aceptar que nuestra capacitación o perfeccionamiento ha requerido o requiere inversión de nuestra parte, por lo tanto no es adecuado regalar nuestro trabajo y esfuerzo.
Difícilmente un productor o director, acostumbrado a disponer de actores ad honorem, acepte mañana pagar una remuneración decente para un actor. Tengamos muy presente que quien hoy invierte en trabajo ad honorem, mañana obtendrá remuneraciones precarias.
Sirva como punto de reflexión entonces y ojala que como punto de partida, hacia una situación armónica y complementaria entre producción y actuación.
Walter Raymond