miércoles, 18 de noviembre de 2009

“Yo hubiera sido montonera”



Florencia Peña resulta ser una rara avis en el mundo de las actrices de su generación. Sin gorrita o anteojos que ejerzan de careta para evitar el reconocimiento, o troupe de asesores y asistentes obligados en estas personalidades, la conductora de Flor de palabra y actriz de la inminente ficción Botineras, la ahora rubia –por su rol de peluquera y madama en la miniserie– camina por la avenida Corrientes como si nada.




–¿Cómo se hace todo: tele por dos, teatro, cine?


–No es algo que persiga. La cosa es que me pasaron muchas cosas lindas juntas. En teoría iban a estar separadas en el tiempo, pero después se juntó todo.

–¿Le gusta conducir?

–La conducción me da esa adrenalina del aquí y ahora. Me da rapidez y yo soy bastante inquieta y curiosa. Si bien no soy una conductora de formato de entretenimientos, intenté encontrarle una vuelta para que tuviera mi sello y que no fuera un programa que pudiera ser conducido por otra persona.

–Hablemos de sus hijos.

–Tengo dos, Tomás de 6 años y Juan, que acaba de cumplir 1. Toto fue un hijo muy amado, primero en todo: primer hijo, primer nieto, primer sobrino y armó una revolución en la familia. Y Juan es un gordo divino, pero llegó con la cosa más tranquila. Yo tenía esa cosa de ¿lo querré igual?

–¿Y la culpa?

–Creo que todas las madres somos culposas pero trato de que mis hijos entiendan que esta es la madre que tienen y trato de estar lo más que puedo con ellos. Si no puedo darles cantidad, les trato de dar calidad. Si no puedo estar mucho en casa, trato de que vengan a las grabaciones. Me ha pasado de tener un bache en una grabación e ir a buscar a Toto a la escuela para verlo media hora. Sí, soy una madre que labura mucho, a veces más, otras menos. Nosotros no somos rígidos en los horarios y en los tiempos. Tratamos de que entiendan que estos son los padres que tienen.

–¿Cómo hizo para construir esta actriz que es hoy, viniendo de la masividad de la televisión?

–Yo trabajo en la televisión desde hace 27 años, desde que tenía seis. Aprendí haciendo y fui creciendo a la vista de la gente. Quizá, lo que tengo en contra también lo tengo a favor.

–Pero parece una mujer normal. En general, los niños actores son...

–Freaks, sí. Eso tiene que ver con la familia de la que vengo. Es anormal en muchas cosas, pero tiene algo de normalidad que son los valores, la ética. No han querido proyectarse en mí o en mi hermana en lo que ellos no pudieron concretar. Mi vieja me apoyó, me ayudó, me guió. Después, cuando terminé el colegio, en un momento pensé en ser abogada, pero a los 18 años recién decidí que quería ser actriz.

–¿Y antes?

–Antes era un juego. Ahí me puse las pilas y me puse a estudiar en serio. Estaba en el medio de Son de diez, la cosa se venía perfilando por el lado sexual.

–Y ahí se redujo las lolas...


–Sí, me operé a los 18 años. Por suerte me tocó una época donde no existía esta masividad, todo era más naïf. Si eso me hubiera pasado en estos tiempos, me hubiera sido muy difícil. Ahora todo está puesto en ese tipo de mujeres, muy voluptuosas. Yo vengo de una generación complicada, difícil. El otro día le preguntaba a Leonor Manso cómo era su generación, cómo era ser actriz en su época. Había mucho más respeto por el actor, no era fácil ser la tapa de un suplemento de espectáculo de un diario importante. Existían las vedettes, existían las modelos, todo estaba colocado en su lugar.

Ahora está todo mezclado. Yo no persigo ser famosa, aunque está buenísimo llegar a mucha gente. Pero es complicado tener treinta y pico. Estamos todos en la misma bolsa y el tamiz todavía no se terminó de hacer del todo. Se supone que hacés un programa de 30 puntos y ya está, ya llegaste. El rating no puede ser la medida de nada. Yo ya lo entendí y vivo mucho más tranquila. Hago lo mío lo mejor que puedo y lo único que tengo para defender es mi arte.

Mi último trabajo fue en un teatro muy chiquito, con una obra chiquita, sin pretensiones, mucho más pequeña en cuanto a la producción. Sin embargo, más allá de la nominación al ACE con Norma Aleandro, Mercedes Morán y Selva Alemán como actriz dramática, lo que me pasó a mí en el trabajo, ser dirigida por Leonor Manso en un terreno muy distinto al que estoy acostumbrada, fue maravilloso. Soy una mujer que ha ido descartando cosas que ya no me sirven o no me hacen feliz.

–¿Qué cosas ya no le entusiasman?


–Ahora la sitcom dejó de tener un sentido para mí. Ya hice todas. Por ahí volvería dentro de un par de años, pero ahora no. No me quiero repetir. Ahora estoy en otra etapa de mi vida, con el cine. Yo había hecho una sola película cuando tenía 23 años con guión de José Pablo Feinmann, con Pepe Soriano y Esther Goris, El ángel, la diva y yo. Y no pude hacer más cine porque me dediqué a la tele y al teatro. En febrero filmé una peli con libro de Bioy Casares, con Luis Machín, años ’50, alucinante.

Esa chica que hacía reír desde la pantalla, disparatada y veloz, ya casi no aparece. Desde hace unos meses, Florencia Peña defiende posturas políticas antes inexistentes en ella y pasó a ser una de las defensoras más acérrimas de la Ley de Medios en la televisión. –Se la ve bastante más valiente que en otros tiempos, raro en los actores de su generación. ¿Qué pasó para que se involucrara políticamente?

–Hay un momento en que estás de un lado o del otro, hay cosas con las que no hay grises. O estás con los milicos, o no estás con los milicos, no estás en el medio. Hay que entender lo que pasa en el país. Yo no soy política, no me interesa tener una banca, pero sí me gusta entender, leo de historia argentina, hablo de política en mi casa, en mi vida, con mi familia. Yo siempre fui una mina muy politizada. Estoy en un momento en el que no quiero estar alejada de lo que parezco y lo que soy. En otro momento sentí que parecía algo que no era.

–¿Superficial?


–A veces parece que todo me resbala y no es así. Soy tan sensible que el humor me ha salvado de no caer tan hondo y no poder salir. Me pareció que, por el momento que estábamos pasando, estaba bien tomar partido. Es mucho más arriesgado decir lo que pienso, porque en una persona popular como yo, sería mejor que todo quede en las cuatro paredes de mi casa. Creo que es importante la militancia, y lo digo desde un lugar muy humilde, sin jactarme de nada. Estoy muy involucrada con la Ley de Medios y tengo una opinión formada sobre lo que pasa en la Argentina, sobre lo que veo, y sobre algunas personas que hablan. Siento que hay un cambio de paradigma.

Creo todo lo contrario a lo que dicen los medios, no creo en la anarquía; creo que es la primera vez que estoy de acuerdo con muchas cosas de las que están pasando, y en esas que estoy de acuerdo, quiero salir a decirlo. La gente cree que no se puede salir a la calle, que salís a la calle y te matan y te roban, y lo que se debería aclarar o entender es que la Ley de Medios no es una ley que nos pertenece a los periodistas y a los actores, sino que es algo tan profundo como la opinión pública del país.

Lo que yo digo es no al monopolio porque es necesario que nos den la posibilidad de discernir. Creo que la Ley de Medios era necesaria desde hace más de 25 años. No podemos seguir con una ley de la dictadura. Yo creo en el debate, pero no hay debate ni construcción de nada.

–¿Qué hay?


–Nadie se escucha, y decir que la Ley de Medios es antidemocrática es un disparate. Es lo más democrático que me tocó vivir. Se cambiaron las cosas que hubo que cambiar: lo de Telefónica, que causaba tanto revuelo, se cambió, hubo debates, hubo audiencias.

A mí me hacen reír cuando dicen que no hay libertad de prensa. ¿En qué país están viviendo? Lo mínimo que le han dicho a la Presidenta es que es una hija de puta, de ahí, para arriba y para abajo. Es una falta de respeto impresionante. La gente opina sin saber, sin leer, sin estudiar. Opinan sobre el neoliberalismo y no saben lo que es, opinan sobre el capitalismo y tampoco.

No creo en la oposición sangrienta, no nos lleva a ningún lado y la derecha avanza. Yo soy de izquierda y es la primera vez que estoy de acuerdo con un gobierno. Somos muchos que no tenemos que ver con la derecha fascista, tenemos que ver con una Argentina que busca la redistribución de las riquezas. Yo soy una actriz que gana muy bien, podría callarme la boca porque a mí la derecha me va a dar más plata que la izquierda. Pero prefiero una Argentina con un proyecto de país sin tanta desigualdad. Es un momento en el que es reimportante pararse en un lugar, y si hay que ponerse en un extremo o en el otro, yo estoy en la vereda de enfrente de Lilita, de Macri, de De Narváez. Estamos en un momento en que está todo confundido. No hay lugares donde se pueda hablar. Existen las listas negras con algunos actores en algunos diarios.

–¿Es así?


–Yo, antes de exponer mi postura con la Ley de Medios, en el suplemento de Espectáculos de un diario me defenestraron en una columna por mi ideología política. ¿Tan grave es que yo diga lo que pienso? Si ustedes son los que enarbolan la bandera de la libertad de prensa, no debería molestarles si yo no pienso lo mismo; no les voy a poner una bomba en la redacción, no se asusten. ¿De qué tienen tanto miedo? Será porque tienen el culo sucio.

–Parece otra persona...


–Estoy en un momento en que la actriz que soy también tiene que ver con lo que soy. Esto no es un hobby para mí, y como me tomo la actuación en serio, también me tomo la vida y este momento que estamos pasando. Creo que ocupo un lugar en los medios, me guste o no, donde está bueno bajar línea. Algunos estarán en contra, otros a favor. Yo prefiero alguien que dice lo que piensa desde un lugar respetuoso. Yo bajo línea adonde voy. El otro día fui a comprar un libro y había una señora que estaba comprando el de Marcos Aguinis. Me acerqué y le pregunté por qué estaba comprando ese libro. Mi marido me quería sacar de ahí pero yo quería escucharla. Me dijo que se estaba viviendo una época terrible y que no se podía salir a la calle. Le dije que yo salía a la calle, que me habían entrado cinco monos en mi casa, pero yo no lo culpo a Kirchner, es la sociedad que está para atrás. Estamos buscando un país de igualdades, no somos un país socialista, no somos un país comunista, nunca vamos a tener un formato cubano. Yo invito a la gente que está tan en contra de Fidel, que lean un poco más, que vayan a Cuba, que escuchen a la gente que está a favor y en contra. Hay que formarse una opinión con las dos campanas. Hay que comprometerse.

–Usted sabe que este es un camino de ida, ¿no?


–Ya lo sé. Hay cosas que ya no puedo hacer y está bien. No importa lo que yo diga, sí lo que haga, en todos los aspectos de mi vida. Yo creo en la pasión con la que vivo y el compromiso con el que vivo. Aspiro a ser una mujer con entereza.

–¿Qué le daría esa entereza?


–Ser coherente. Arranco desde lo pequeño, con mi familia, con mi gente, con la gente que labura conmigo, tratando de ser lo más honesta que puedo. Y si llego a tener enemigos, y esos son los que no piensan como yo, bienvenidos. Hace muchos años, yo quería que todo el mundo me quisiera. Trabajé mucho en terapia sobre eso. No te digo que lo tengo superado, pero lo tengo pensado. Tengo posturas tomadas, nadie me va a convencer de que los milicos fueron buenos. Me peleo a capa y espada con los que los defienden. Yo creo que la violencia no se cura con violencia, pero si yo hubiera tenido que elegir, en ese momento hubiera sido montonera. Y lo digo absolutamente convencida. Creo que casarme con Mariano fue importante.

Habla de su marido, el músico de jazz Mariano Otero, con quien comparte su vida desde hace ocho años y dos hijos, y se emociona. Parece una mujer enamorada.

–¿Por qué es importante?


–Mariano nació en Avellaneda, de una familia muy diferente a la mía, militante, una familia comprometida política y socialmente, con otra cabeza, él trabajó mucho en las villas cuando era pendejo. Un pibe que realmente hace lo que quiere y tiene mucha libertad. Creo que Mariano me dio la posibilidad de sentirme valiente frente a mis pensamientos. Yo no pienso diferente a cuando lo conocí, simplemente ahora tengo más valentía porque tengo a este hombre al lado. Yo me enamoré de su manera de ver la vida, su manera de pararse en el mundo. Yo lo amo por lo que él es como persona, por cómo mira a sus hijos, por cómo milita en su vida cotidiana más allá de la política.



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