Nunca una noticia argentina estuvo tan presente en los medios de comunicación universales como la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Esta vez me tocó escuchar la triste nueva en Italia, en el televisor del hotel, en el hall, en los cuatro bares que cruzo para llegar a la sala de cine. Los argentinos radicados allí llegaron para comentarlo, abrazarnos y llorar juntos.
Personalmente, tengo puntuales encuentros con Néstor.
En julio de 2003, apenas ganadas las elecciones, me llamó y me dijo: “Usen la Casa de Gobierno para hacer sus recitales...”. O cuando con Víctor y Serrat cantamos en la ESMA para empezar a exorcizarla, o cuando hizo bajar los cuadros de los genocidas y me llamó para cantar “La memoria” en La Perla, el campo de concentración de Córdoba.
... y no se fue al café literario cuando ganó Cristina.
Su pasión no lo dejó descansar. Y se prendió fuego como los grandes de la historia.
Allá abajo, chiquitos, quedan los reductos del odio.
Aunque todavía no están saldadas tantas deudas históricas, tenemos esperanza.
Respaldados y acompañados por una Latinoamérica saliendo de las sombras, apoyados por una fuerza sorprendente que fue germinando en las nuevas generaciones.
Creo que es la primera vez que tocamos esa esperanza con las manos junto a su amada, nuestra Presidenta.
Y aunque nos falte el primer escalón, ya podemos saltar al segundo, acompañando, estando atentos y alertas y con el corazón abierto.
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