jueves, 17 de febrero de 2011

LOS DESAGRACIADOS PIERDEN PÚBLICO




La gracia que pierde la gracia termina en ridículo. Y ya no tiene gracia que Elisa Carrió haya dicho intrigantemente que el multitudinario funeral de Néstor Kirchner lo organizó Fuerza Bruta. Y que no fue espontáneo. Le faltó decir que el muerto se murió a propósito como parte del diseño del espectáculo. Cuando un comediante desesperado por recuperar un éxito perdido apela a recursos indecentes está más perdido que el éxito.

Hoy la propia espontaneidad de la “desagraciada” Carrió está en descrédito. A su vez Mauricio Macri, por más que no pare de hacer y decir gracias, no merece que alguna de ellas se remarque. Cuando se tragó el bigote postizo de su imitación de Freddy Mercury alcanzó el punto desde el cual cuanto más quiere hacer reír más vergüenza ajena causa. Si la risa es fácil es que el disparador no es complejo. Al conocerse algunas de las declaraciones de su inspirador Jaime Durán Barba, se verá que aquello es cierto. El laboratorio de gracia del PRO es modesto; pero el basural de consecuencias desgraciadas nunca para. La Ciudad es un banco de pruebas que remite a Shakespeare cuando escribe acerca del cuento contado por un idiota lleno de sonido y de furia. Hoy esta ciudad es ese cuento contado por un idiota sin Shakespeare. Hay público para todo. Lo que a unos divierte a otros deprime.

¿Quién es más eficaz en uno y otro sentido, Capusotto o Santo Biasatti?

Diariamente están los chistes informativos y de opinión de Marcelo Bonelli; que por más afán que ponga en acentuar su natural caricatura opositora, son obvios. Para él todo inflaciona, hasta la humedad y la temperatura. Lo más duro es hacer chistes sin querer y ser objeto de la risa de los otros. A Cobos, por más que se lo estire, no le da el cuero para superar la desorbitada gracia con que celebró aquel voto no positivo. No supo darse cuenta que aquella caravana festiva a Mendoza, desmesurada de mito campestre, fue un mal chiste y él un mal cómico. Es que la impensada comicidad de sí mismo luce igual que el orgasmo fingido. De Narváez no logró que su exitoso “Alica-alicate” no se fuera desafilando hasta convertirse en un chiste viejo. Ya hoy Tinelli no lo subiría más a su espectáculo. Los Duhalde hasta hace poco no paraban de hacer reír y llorar a la platea, pero últimamente lucen como actores que desde el escenario miran con melancolía cómo se les va yendo el poco público que habían conseguido. Lástima, hasta el cartel francés van a ir perdiendo si los resultados de las encuestas no los auspician. Duhalde que pudo quedar en algún umbral menor de la Historia, pero ser historiado, se ha arriesgado a apostar a la prehistoria y al olvido.

La gracia tradicional del radicalismo -sin contar la de De la Rúa, insuperable en toda la gama- ha quedado en candidatos cuyas máscaras tan limitadas y correctas sólo causan alguna gracia en reuniones clásicas de familia. No logran ni de casualidad un espectador joven de piercing o una adolescente de tatuaje en los glúteos. Advertidos del síndrome, se autoexigen contra natura inclinarse de urgencia hacia el centro y a la izquierda. Pero se han ido tanto a la derecha, y han hecho tanto para sobarla y ser sobados por sus medios, que no van a llegar a tiempo a retrotraerse. Para izquierdizarse levemente van a tener que copiar aunque sea un mendrugo del kirchnerismo. Aunque para copiar, tengan que reconocer resignados el recurso imitativo. Pero es que no pueden atreverse siquiera a la copia para no perder el soporte de los medios dominantes que los apoyan. Y, como sigan apoyados y anotando en la libreta esos favores de época, van a llegar a las elecciones endeudados con ellos hasta la quiebra.

Ese endeudamiento involucra a todos los opositores, incluyendo a las sectas redentoras. Leí un graffiti por ahí que me dio pena: parodiaba aquella frase de Sartre cuando dice que si los judíos no existieran, los antisemitas los inventarían. El graffiti dice: “Si el PO no existiera el capitalismo lo inventaría”. Y si, claro. Es como la papita para el loro. También si la tapa del diario La Nación no existiera, WikiLeaks la inventaría. Como soporte para intrigas contra gobiernos populares es el medio más confiable. Disculpen esta gracia adolescente. Aseguro que no es corrupta ni inflacionaria, y no es inseguridad, como la cadena de males que inspira a la gracia opositora. Es que estoy dulce: acabo de leer todas las encuestas acerca de la intención de voto que destacan las óptimas chances del Gobierno. Todas no: porque las de “Poligarquía” las salteo. A sus encuestadores se les nota el tesón por producir alguna gracia antikirchnerista abusando de la fantasía estadística.

Ah, quien acaba de perder su última y agónica gracia aeronáutica es el director de cine y ex piloto Enrique Piñeiro. Un diagnóstico mundial de expertos, difundido desde Alemania -Jacdec- califica a Aerolíneas Argentinas en el puesto octavo entre las diez líneas áreas más seguras de las miles que operan en el mundo. Pensar que Enrique Piñeiro se la pasó sembrando el terror desde hace una década. Sus propaladores mediáticos lo entrevistaban día y noche, porque cada radar que él denunciaba como inútil, cada avión a estrellarse les servía como oposición al Gobierno. Es probable que haya obtenido beneficios porque el género rinde, y él llegó a ser primera figura del entretenimiento. La mayor gracia del ex piloto -igual que la de la Carrió- es que cuanto más catástrofes predicen más seguro está el público.

Tampoco Carlos Reutemann recuperará el cetro de hipotético y gracioso aspirante a la presidencia abstracta en continuado. Cada vez que vuelva a salir a escena a dudar sobre sus dudas, su gracia será previsible. Desunido o unido con los malos o con los buenos, Reutemann no conseguirá, ya no sólo conservar su antiguo lugar de “casi”, sino que se tendrá que ir conformando con menos. O mucho menos. Si se lo mira en relación a sus atributos políticos lo que ya obtuvo lo excede.

Es lo que pasa en el amor con ciertas famosas parejas: ahí está Shakira en brazos del futbolista español Gerard Piqué. Y está Antonito de La Rúa, quien deberá resignarse a no poder repetir aquella gracia afortunada que desde Colombia le proveyó de fortuna. Hay azares, hay suertes que suceden una sola vez en la vida. Y hay gracias que se hacen más gracia y hay otras que se desgracian para siempre.

Ahí está la exención a los jueces a pagar impuesto a las ganancias. Desde siempre que están exentos graciosamente. Son intangibles. Como los curas son célibes. Todos los ciudadanos son iguales ante la Ley salvo que unos son menos iguales que otros. No hay que perder las esperanzas. Algunos de los ministros de la Corte Suprema están dispuestos a ceder el privilegio. Con “acordar” una acordada bastaría para anularlo. Producirían un hecho memorable de ampliación de la ciudadanía. Más improbable sería que un día de éstos, voluntaria y unánimemente, los más de 20.000 jueces en ejercicio, pasaran por la ventanilla con su mejor gracia a pagar motu proprio lo que la AFIP no puede exigirles. Eso sí que es gracioso.

¡Y dale con la gracia! Es que hay mucha y hay poca o no hay nada. Es un don, como todos, repartido desigualmente. Un caso es el de Felipe Solá, despilfarrador de su gracia y apostador empedernido en pérdida creciente. Todavía está a tiempo y a lo mejor recupera unas fichas.

A algunos protagonistas políticos les pasa lo mismo que a las actrices y actores que de tanto pasar por el quirófano pierden todos los gestos y movimientos de las facciones. Hay actrices que cuando actúan y quieren demostrar un estado de ánimo ya no se sabe si están vivas o si están muertas pero con los ojos abiertos. Se dice que hay directores de cine de Hollywood que cuando las tienen que dirigir las hacen actuar solamente en escenas donde no tienen que expresar ningún sentimiento. Y aun así quedan falsas. También les pasa a los políticos. Que si abusan de tantos cambios de rumbo y de objetivos -y dejan que les diseñen la imagen creativos fantasiosos-, acaban perdiendo la identidad de origen. Y ya no son -no sólo de derecha o de izquierda o de centro- sino que no son nada político. Ni apolítico.

Y está ese contraste entre el oficialismo que acrecienta la dinámica de su militancia, y la oposición que se ha se ha ido desganando. Desagraciando.

Igual que la virginidad o la castidad que una vez usadas no se recobran, la gracia que se perdió no vuelve. Y por más que se renueven comediantes e incorporen a graciosos, los elencos opositores no podrán superar los anacronismos de sus libretos.

Es lo que está en su naturaleza.

Como está en la de ciertos políticos su propio encantamiento. La mejor gracia que oí dice que hay un candidato varón encantado consigo mismo.

Es fácil acertar de quién se trata.



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